domingo, 30 de marzo de 2008

La crisis argentina de la soja
Juan Fernando Rodríguez Ángeles

La crisis Argentina que se vivió en las últimas semanas, pero que aún no encuentra un desenlace satisfactorio, es resultado de un proceso que comenzó hace algunos años, desde el sexenio de Nestor Kirchner, esposo de la presidenta actual, Cristina Fernández, y que refleja la problemática que viven muchos países del continente americano.

Cuando un país afinca su crecimiento económico y las políticas públicas en el desarrollo de un solo sector de su economía, la presión que se ejerce sobre dicho sector es tal que toda la economía nacional peligra.

Argentina no es un país mono productor. Es uno de los mayores exportadores de materias primas alimentarias (el nuevo petróleo) y compite por el mercado emergente que significan las crecientes economías asiáticas, China e India. Es también, el tercer productor mundial de soja, después de Brasil y Argentina según la FAO. La soja o soya, que es ingrediente y base alimenticia de muchas culturas, la China principalmente, ha permitido el crecimiento de la economía argentina en los últimos años.

La producción y exportación de granos mueve grandes cantidades de dinero. Tan solo en 2007 el Ministerio de Economía y Producción argentino estimó en 9 mil 660 millones de dólares los ingresos en el sector de las manufacturas agropecuarias, un crecimiento de 18% respecto a 2006. Se tuvieron producciones record de soja, de 47.6 millones de toneladas, y el mercado del aceite de soja creció en 28%.

Las elevadas producciones de la oleaginosa y el precio de las exportaciones están determinados por el consumo de China, principalmente. A pesar de que la Unión Europea es el principal comprador de soja argentina (2 808 millones de toneladas), las importaciones chinas (997 millones de toneladas) crecieron 92% solo en un año, frente a 4% de la UE. La creciente demanda asiática del producto hizo que el precio de la soja pasara de 260 dólares en 2006 a 530 en 2007. Una gran cantidad de dinero para Argentina.

Si el panorama de exportaciones es próspero ¿por qué entonces se desató una crisis en medio de la abundancia? El 11 de marzo, el ministro de economía, Martín Lousteau, anunció un nuevo esquema económico de retenciones propuesto por la presidenta del país. El llamado Esquema de Retenciones Móviles se aplicaría exclusivamente para las exportaciones de soja y girasol. En él, se establece que entre más alto sea el precio internacional de estos productos, mayor será el gravamen que deberán pagar los productores al Estado. En 2006 la carga tributaria era de 35% y con el nuevo esquema se incrementó a 46%.

Para el caso de la soja, se fijó un precio internacional tope de 600 dólares la tonelada. Anteriormente, con un precio promedio de 500 dólares, el Estado se quedaba con 43% del gravamen. Con la nueva medida, si el precio llegara a los 600 dólares, 95 de esos 100 dólares de excedente se pagarían en impuestos. Si se calculan los montos del gravamen a partir de la producción del año pasado se aprecia que es mucho el dinero en disputa, algo así como 2 mil millones de dólares. La intención del esquema de Cristina Fernández es que el dinero recaudado por los excedentes de producción de soja se distribuya a otros sectores menos favorecidos, y en Argentina el campo no lo es, al menos para el Estado.

Por su parte, los cuatro sectores que regulan la producción agrícola argentina, Coninagro, Confederaciones Rurales, Federación Agraria y Sociedad Rural, argumentan que el esquema de retenciones no diferencia entre quienes siembran 100 mil hectáreas y los pequeños productores, además la medida se percibe como un intento de mantener bajo el precio local de la soja y separarlo de los altos precios internacionales. Si bien la medida evitaría el problema de la especulación, el sector productor y todos los que derivan de él ven afectada su ganancia.

El problema no es que se pretenda aumentar la recaudación fiscal y destinarla a la política social, en este sentido Argentina podría estar preparándose para momentos difíciles provocados por la crisis inmobiliaria estadounidense. Lo que causó el enojo de los productores es el hecho de que el peso de las políticas de Cristina Fernández no puede recaer sobre un sector en el que, a pesar de ser el más próspero, no todos los productores cosechan los beneficios del comercio internacional.

1 comentario:

Marta Alicia Pereyra Buffaz dijo...

Ahora las cosas han cambiado y los K. han encontrado un justificativo para tapar sus errores echándole la culpa a la crisis global.
El país quedó dividido y va a continuar su empobrecimiento y su desmanejo.

Saludos desde el centro de la Rep. Argentina, la apodada "pampa gringa".