miércoles, 24 de junio de 2009

Esto es casi una elegía

Juan Fernando Rodríguez Ángeles

Sintió una ola de calor que lo invadía, que iba desde el fondo de su pecho hasta salirle por cada uno de los poros, que le recorría el vientre, los brazos, las piernas, la nuca, y llegaba al tope de la cabeza. Era una ola de calor tan intensa que por un momento se sintió otra vez en el desierto de Arizona, aquella masa hirviente por la que caminó durante tres días con sólo unas botellas de agua y las latas de atún que pudo comprar con los 300 pesos que le quedaban después de viajar desde su casa en Zacatecas hasta Sásabe.

Pero este calor era diferente: no quemaba como el calor que abrasó su rostro y su espalda en el desierto antes de llegar a Tucson. Este calor dolía, y mucho. Dolía más que las cinturonizas que le ponía su abuelo cuando lo agarraba revolcándose en el maíz donde se metía para jugar con sus primos; lo regaban todo y luego se escondían toda la tarde entre la milpa hasta que el viejo se hubiera dormido. Ni siquiera aquella vez en que, jugando con su hermano, se cayó y metió las manos en una biznaga que le dejó unas cicatrices que aún ahora se le ven en las palmas, había sentido un dolor similar.

Memo supo entonces que nada, ni el sol del desierto, ni los golpes o las espinas, podían doler más que una bala 9 milímetros perforando el corazón. Y mientras la idea se materializaba en su mente, un hilo de sangre brotó por el orificio en su pecho, rodó por el tórax manchando su playera y cayendo en gruesas gotas sobre el piso blanco de la sucursal Bancomer de Avenida Juárez.

Sintió que junto con la sangre se le iban las fuerzas. Cuando sus piernas no pudieron sostenerlo más, se desplomó: primero sobre las rodillas, para caer después sobre su costado izquierdo. Y sintió entonces que junto con la sangre se le iban los recuerdos.

No se acordó de Sofía, que a esa hora estaría llegando al Sanborns de Insurgentes y Álvaro Obregón en donde limpiaba pisos y baños de dos de la tarde a diez de la noche; tampoco pensó en su hermano Poncho, que lo estaría esperando en el puesto de ropa usada en donde los dos vendían playeras de a quince y pantalones de a veinte desde que eran chamacos; ni en su hermana Clara, que había quedado en pasar por su casa por la noche para contarle cómo, ahora sí, había conocido a un hombre que la trataba bien. Pero en su madre, en ella sí que pensó. La volvió a ver ahí, parada en la ventana de la casa mientras lo veía irse con “el chango”. Volvió a escuchar cuando le decía: “otra vez te vas con tu amigote, ya te dije que ese muchacho anda en malos pasos”, y se volvió a oír a sí mismo mientras la calmaba: “no se preocupe ‘amá, nomás vamos a dar la vuelta” antes de subirse al bocho.

Del chango también se acordó, o más bien lo vio. Lo reconoció entre los clientes del banco que salieron corriendo cuando escucharon los disparos, alcanzó a distinguirlo entre las nubes negras que poco a poco iban apagándole la vista. Quiso salir tras él, escapar los dos juntos: pero parecía que la muerte había empezado a entrarle por las piernas. Quiso gritarle, pedirle ayuda, suplicarle que no lo abandonara: pero su boca estaba tan seca que sintió que se quebraría al articular una palabra. Y entonces, en su mente, quiso maldecirlo, mentarle la madre con todas las fuerzas que le quedaban en el cerebro, reclamarle por haberlo convencido de venir a asaltar el banco, por asegurarle que todo saldría perfecto, por seducirlo con la experiencia de sus quince asaltos bien logrados y los amores efímeros que el dinero le podría comprar: pero tampoco pudo, porque su cerebro comenzó a helarse, se congeló como si el calor que le brotó de la herida nunca hubiera aparecido. Y entonces ahí, en el blanco piso de la sucursal bancaria, tirado en un charco de su propia sangre, supo que así se sentía la muerte. Sintió el previsor frío del final; y fue lo último que sintió antes de dejar de sentir algo.




En el piso, el casquillo aún estaba caliente cuando Antonio pensó en Jessica. Un día antes se habían visto, se habían jurado todo el amor posible y se habían perdido entre sueños y deseos de lo que podría ser. Otra vez, como siempre, se habían contado el uno al otro cómo sería su vida cuando se casaran; y como siempre se habían peleado. Y es que Jessica no cedía: una y cien veces le había pedido a Antonio que dejara su trabajo como guardia de seguridad en el banco, que se metiera al negocio de los muebles como sus hermanos -ellos sí la estaban haciendo en grande-, o que buscara otro empleo, uno bien pagado y mejor reconocido.

Un delgado hilo de humo aún salía del cañón de la pistola cuando el corazón de Antonio se colapsó de miedo. Jessica se lo había advertido, algo malo iba a pasarle en el trabajo; ella lo había soñado. Trató de decirle cómo doña Bede le leyó en la mano la línea del amor interrumpida que no significaba otra cosa que la desgracia para él; y frente al destino no había duda.

El joven parado frente a él aún se aferraba a los últimos suspiros de vida cuando Antonio vio pasar la suya frente a sus ojos. Pero no su vida pasada, de esa no quería saber nada, sino su vida futura. ¿Y si Jessica tenía razón? ¡Maldita sea! por qué no la había escuchado, podría haber pedido su liquidación hacía meses y ahora ya estarían casados. Qué pasaría ahora; no la volvería a ver, no querría, no podría ni ella lo aceptaría, no después de que lo previno infructuosamente.

¡Carajo! Maldijo el momento en el que pensó que Jessica era demasiado ingenua o demasiado estúpida como para creer las charlatanerías de doña Bede. ¡Puta madre! Maldijo el momento en el que este imbécil que ahora se moría frente a sus ojos había gritado “esto es un asalto”, parado ahí, en medio del banco, como si fuera un maldito cowboy de las películas.

Antonio podría haberse quedado ahí, impasible, nada más viendo como todo pasaba, cinco minutos y ya: asaltaban, se largaban y todo acabaría. Pero no, siempre se había sentido lo suficientemente héroe como para no hacer nada. Se lo había imaginado tantas veces, lo tenía tan metido en el subconsciente que cuando su mente reaccionó su mano ya había sacado el arma de la funda y apuntaba al asaltante.

Era casi un niño, no tendría más de dieciséis años y lo tenía ahí, a dos metros de distancia, con una pistola temblándole entre los dedos y con la adrenalina inyectándole los ojos. Lo miró, le suplicó en silencio que no lo hiciera, que no se atreviera a apuntarle con el arma que apenas sí podía sostener. Lo vio voltearse, girar su cuerpo hasta quedar completamente de frente para entonces levantar el arma. Lo vio apuntarle, sostener la pistola de lado como lo hacían los mafiosos en las películas, dispuesto a todo. Y lo vio sacudirse, abrir muy grandes los ojos y la boca mientras el pecho se le partía en dos por el impacto de la bala. Le había apuntado ahí, directo al corazón, que se colapsó en un mar de sangre. Y mientras el suyo propio, su corazón, se colapsaba de miedo, Antonio pensó en Jessica.




“¡Pinche Memo, sí será pendejo!” gritó el chango mientras daba vuelta a la izquierda en el Eje Central. “Mira que hay que ser pendejo para pararse así en el banco sin fijarse en el pinche guardia atrás de él. Y claro, el muy cabrón aprovechó, se lo venadeó por pendejo. Ni pedo, se atrabancó el chavo; le dije que aguantara, que teníamos que ver qué tranza con el guardia, que no se podía entrar así nada más a tirar balazos a lo güey. Chale…”

El volkswagen blanco se perdía entre el tráfico de la avenida mientras el chango maldecía. “¡Pinche bocho! No me vaya a dejar parado aquí, menos ahorita.” Mientras rebasaba veía por el retrovisor. Nadie lo seguía. Claro, si esto no era como en las películas, aquí no había persecuciones en coche que terminan con media ciudad destruida y el criminal atrapado. Pero cómo le hubiera gustado al chango que todo fuera como en el cine. Podría contarles a todos cómo escapó de las patrullas manejando como poseso por calles angostas y anchas avenidas, entonces sí que todos lo admirarían como se debe. Porque si todo fuera como en las películas ni él andaría en este bocho ni sería un don nadie.

Podría llenarse la boca de historias más ficticias que reales sobre sus hazañas. Podría aumentar a 20 o quizá a 30 el número de supuestos asaltos exitosos. En realidad el chango lo había hecho cuatro veces: un par de farmacias, una pesera y sólo una vez un banco. Pero ahora, con la pendejada del Memo, todo el cuento se le venía abajo.

“Es que ni como negarlo, si todos van a saber que andaba conmigo. Chale, su jefa sabe que yo lo jale a esta onda y les va a decir a todos: que el chango no pudo asaltar un banco, que salió corriendo apenas escuchó un tiro, que le sacó al guardia y dejó ahí muerto al Memo. Pero ni modo que me regresara, eso no, total el Memo ya estaba muerto, si le dieron merito en el corazón, y dicen que así se muere uno bien feo. No, regresarme no, pero porqué no le tiré al guardia si estaba ahí, nomás viendo al Memo boquear como pescado jalando aire. Pinche guardia, me lo hubiera echado, siquiera para vengar al Memo porque ya ni tiempo daba pa’ terminar el trabajo.”

El volkswagen cruzaba por Tlatelolco y una idea cruzaba la mente del chango: “A huevo, yo no le saqué; lo que pasa es que el Memo se le puso al guardia pero no alcanzó a tirarle. Yo le dije que aguantara, pero no me escuchó, se metió solito al banco como para apantallarme, a mi, que en 20 asaltos nunca me ha salido nada mal; a mi, que una vez le tuve que meter un plomazo a un guardia que se quiso hacer el héroe; a mi, el chango, que antes de traer el bocho andaba en un carrazo en el que me le escapé a los puercos hartas veces; a mi, al chango, me quiso apantallar. ¡Pinche Memo, sí será pendejo!”

miércoles, 20 de mayo de 2009

LEYES ANTIABORTO HUNDEN LOS DERECHOS DE LA MUJER

Juan Fernando Rodríguez Ángeles

El viernes 8 de mayo, en plena epidemia de influenza, el Congreso del estado de Guanajuato aprobó, en cinco minutos, sin discusión, las reformas al artículo primero de la Constitución local. La reforma adiciona un párrafo a dicho artículo en el que se establece que "para los efectos de esta Constitución y de las leyes que de ella emanen persona es todo ser humano desde su concepción hasta su muerte natural y el Estado le garantizará el pleno goce y ejercicio de todos sus derechos". En el fondo, la modificación tuvo como objetivo el impedir la práctica del aborto bajo cualquier causal en la entidad.

Con la llamada “ley antiaborto”, Guanajuato se sumó a la lista de estados que en los últimos meses han aprobado reformas similares: Baja California Norte, Colima, Campeche, Durango, Jalisco, Morelos, Nayarit, Puebla, Quintana Roo y Sonora. Mientras, los Congresos de entidades como Aguascalientes, Estado de México, Michoacán, Oaxaca, Querétaro y San Luis Potosí tienen iniciativas parecidas, próximas a ser votadas.

Esta “ola de leyes antiaborto”, impulsadas por grupos religiosos, partidos políticos y por los mismos gobernadores de algunos estados, se da después de que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobara, el 24 de abril de 2007, las reformas que despenalizan el aborto en la ciudad.

El fenómeno obedece también a la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) al desestimar los recursos de inconstitucionalidad presentados por la PGR y la Comisión Nacional de Derechos Humanos en contra de la despenalización del aborto en el DF. El 28 de agosto del año pasado, el pleno del máximo tribunal del país consideró, con 8 votos a favor y 3 en contra, que las reformas aprobadas por la Asamblea no violentaban el derecho a la vida.

Para la licenciada Claudia Zulema Robles, abogada del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), las leyes antiaborto aprobadas en casi la mitad de los estados de la República sí son una respuesta a la despenalización de esta práctica en el DF. En entrevista con ESCRUTINIO la también vocera del grupo señaló que en las discusiones al interior de los Congresos locales los impulsores de las iniciativas arguyen: “no queremos que pase lo que pasa en el DF” y evitan ofrecer argumentos sólidos que sustenten su postura.

La percepción de la vocera de GIRE no se aleja de la realidad. En Baja California Norte, los diputados del Partido Acción Nacional que presentaron la propuesta señalaron en su exposición de motivos dirigida a la mesa directiva de la cámara que las reformas buscarían evitar un panorama “como lo que ya aconteció en el Distrito Federal hace un año (la iniciativa bajacaliforniana se presentó en el año 2008), al promover y aprobar la Asamblea Legislativa de dicho lugar la despenalización del aborto y consecuentemente el autorizar (…) el aborto en múltiples hospitales, aniquilando sin misericordia y mucho menos respeto alguno, la vida de miles de seres humanos”.

Zulema Robles consideró que el mecanismo mediante el cual se ha logrado aprobar las leyes antiaborto se basa en el “mayoriteo” de los grupos políticos. “Ha habido una alianza entre el PAN y el PRI para votar las iniciativas”, señaló, y agregó que la naturaleza radical de las propuestas los obliga a no abrir a debate estos temas “porque saben que perderían”.

La licenciada del GIRE consideró además que es preocupante el hecho de que “en México se legislen leyes de primer mundo en el DF y leyes de tercer mundo en otros lugares”, y apuntó que es importante que el tema y la problemática de salud que trae consigo la existencia de este tipo de leyes se posicione en el debate nacional.

Mientras, apuntó que el retraso derivado de estas legislaciones es de décadas. Mostró especial preocupación por lo que ocurre en algunos estados, en donde la sanción para las mujeres que se practiquen un aborto será su reclusión en centros de tratamiento psicológico “es decir, que si abortas estás loca” recalcó Robles.

La representante del GIRE advirtió que a nivel internacional se debe ver el retroceso en el que está cayendo el país con las leyes antiaborto y lamentó que sea sólo al surgir un caso polémico cuando se comienza a buscar soluciones. “Por desgracia es necesario que se presente un caso como el de Paulina (la niña de 13 años violada en 1999 y obligada por las autoridades y grupos religiosos de Baja California a continuar con su embarazo a pesar de que el aborto estaba contemplado en el Código Penal) para que las autoridades reaccionen, es lo que necesita el Estado mexicano, necesitamos que el mundo nos vea”.

El caso de Paulina fue el detonante para lograr ciertos avances en el tema de los derechos reproductivos de las mujeres. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) intervino, y junto con el mismo GIRE logró un acuerdo con el gobierno mexicano del que surgió la Norma Oficial Mexicana sobre violencia familiar, sexual y contra las mujeres en la que se garantizaba una adecuada atención a víctimas de violencia sexual, anticoncepción de emergencia y la interrupción legal del embarazo.

Después de un retraso de casi un año, la norma fue publicada en el Diario Oficial de la Federación el 16 de abril pasado, tras la polémica desatada por la modificación del texto original que priorizaba la objeción de conciencia de los médicos para negarse a practicar abortos. Al final, la versión publicada se apegó más a la versión original y a pesar de que los grupos de defensa de los derechos de las mujeres lo consideran un adelanto en la materia, aceptan que sus alcances son limitados.

Por ahora, la Norma Oficial deberá enfrentarse a las legislaciones locales que impulsan leyes que la contradicen. Al respecto, la abogada del GIRE refiere como uno de las vías de acción para echar atrás las leyes antiaborto es presentar recursos de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia. Sin embargo, detalló que desde el punto de vista legal las únicas instancias facultadas para hacerlo son las procuradurías de justicia y las comisiones de derechos humanos por lo que las organizaciones no gubernamentales se hayan cooptadas ante este panorama.


Por otra parte, la entrevistada consideró que entre más estados aprueben leyes similares el Distrito Federal se irá convirtiendo en una especie de oasis al que acudirán más mujeres de otros estados que busquen practicarse un aborto. Según las cifras oficiales, en los dos años desde que se despenalizó el aborto, solo el 3% de los 23 mil 233 casos han sido mujeres provenientes de otros estados de la República. Atajó sin embargo el hecho de que esto pueda colapsar los servicios de salud en la capital, “ya que también las clínicas particulares pueden practicar abortos”.

Otro aspecto que entra al debate es el referente a las propuestas de los partidos políticos enfocados a los derechos sexuales y reproductivos de la mujer. “El PRI, por ejemplo, sí habla de la igualdad en su plataforma electoral, pero sólo lo hace en teoría”, advierte la entrevistada.

Además del PRI, hay partidos como el Partido Socialdemócrata o el PRD que sí incluyen en sus plataformas referencias directas al tema del aborto, presentando sus propuestas para hacer valer los derechos de las mujeres. Sin embargo, Claudia Zulema se dice preocupada, recalca que es difícil actuar frente a esta ola de leyes antiaborto, pero se muestra esperanzada “necesitamos ayuda, debemos encontrar alianzas para echar atrás estas leyes”.

Mientras, en otros estados podría ocurrir lo mismo que en Guanajuato, donde en cinco minutos, sin discusión, aprobaron otra ley antiaborto.

martes, 5 de mayo de 2009

En el lugar del no pasa nada

Juan Fernando Rodríguez Ángeles

La iglesia de San Antonio de Padua está a reventar; hay una boda. Un día antes, la Arquidiócesis del estado de Hidalgo anunciaba la suspensión de las celebraciones religiosas en todo el estado por la epidemia de influenza; pero en la pequeña iglesia de Mixquiahuala, municipio ubicado a 60 kilómetros de la ciudad de Pachuca, en pleno Valle del Mezquital, la medida pasa inadvertida.

“Nada más dejen un poco de espacio”, advirtió el padre Alfredo Campos al inicio de la misa; media hora después la gente satura los pasillos y la puerta de entrada. Afuera, en el centro del municipio, la vida sigue su curso cotidiano, ajeno a la epidemia.

El estado de Hidalgo es el cuarto estado con mayor número de contagios por el virus de influenza AH1N1. La Secretaría de Salud estatal dio a conocer que son 27 los casos registrados en el estado, ubicándose por debajo del Distrito Federal, el Estado de México y San Luis Potosí.

Pero en esta región hidalguense la contingencia no se advierte. Los locales de comida lucen llenos, mientras los bares y antros de la región trabajan normalmente.

La clínica del IMSS municipal está semi vacía, y los pocos pacientes que acuden a consulta no usan cubrebocas como tampoco lo hace la gente en las calles. “Yo vengo a ver al doctor porque me toca consulta” refiere Azucena, embarazada de cinco meses. “¿Y el tapabocas? No pues con este calor quién lo va a usar”.

Son pocos los signos de la epidemia: la televisora local reproduce las recomendaciones de las autoridades de salud y en las farmacias los carteles con la leyenda “Sí hay cubrebocas”, recuerdan que se vive una alerta epidemiológica.

Cerca de ahí, el municipio de Actopan fue uno de los primeros que registraron casos de influenza. Jaime Galindo, presidente municipal, ataja las preguntas sobre el nivel de alarma entre la población y refiere: “Yo creo que a nivel México hay ciudadanos que cumplen las disposiciones del gobierno y otros que no lo hacen”.

Jaime Galindo señala que la preocupación de la gente por la epidemia se refleja en el hecho de que se han comprado cinco mil tapabocas “no es mucho, pero tratamos de ayudar ahora que se acabaron”.

A media hora de Actopan el panorama es distinto. Uno de los centros turísticos más importantes de la región, la llamada “zona de balnearios” está vacía. El gobierno estatal ordenó el cierre de los 77 parques acuáticos en este puente largo.

“Las pérdidas económicas son del 100% en una época de asueto” señala José Huerta, presidente del parque acuático El Tephé, el más grande de la zona.
En el balneario las labores no se han suspendido. Todos los trabajadores acuden en su horario normal, “pero lo único que hacemos el lavar la alberca. Todos siguen trabajando porque nos comprometimos a pagarles como siempre”, apunta Huerta.

El presidente del parque evita mencionar el monto aproximado de las pérdidas; pero se muestra resignado “ni modo, tenemos que esperar a lo que diga la Secretaría de Salud. ¿Y si el rebote de la epidemia se llega a dar en las vacaciones de julio? Híjole, ojalá no, si no imagínese”.

José Huerta confía en que con la epidemia se vaya el temor de la gente a visitar lugares concurridos. “Esperamos que a la gente no le de miedo venir a los parques. Les garantizamos que cumplimos con las normas para evitar un contagio”. Pero en la región, el temor parece ya haberse olvidado.

miércoles, 22 de abril de 2009

A diez meses del New´s Divine

Juan Fernando Rodríguez Ángeles

A diez meses del operativo en la discoteque News Divine en el que murieron doce personas, el recuerdo de los hechos se mantiene vivo en la mente de los vecinos de la colonia Nueva Atzacoalco.

En el local marcado con el número 186 de Eduardo Molina, montones de fotografías, cruces y mensajes tapizan una de las dos puertas del lugar, la más grande, la que nunca se abrió ese día. En la puerta pequeña, que conformaba la única vía de libre acceso y salida del lugar, puede leerse el acta de expropiación del GDF. Patrullas de la Policía Bancaria e Industrial resguardan las 24 horas el lugar. “No tenemos conflicto con la gente, no nos agreden, saben que nosotros (la PBI) no tuvimos nada que ver en el operativo”, señala el oficial Pedro López Hernández durante su guardia.Sin embargo, cuando la policía capitalina era la encargada de vigilar la discoteca sí se suscitaron conflictos con los vecinos de la colonia.

La señora María tiene un puesto de jugos en la acera opuesta del News Divine y recuerda que las semanas posteriores al operativo la gente le reclamaba a los oficiales: “¡Asesinos! les decían. Una noche vinieron a apedrear los departamentos junto a la discoteca, tuvieron que venir los granaderos y mejor cambiaron a la policía (del Distrito Federal) por la bancaria”, refiere.

Ahora, la presencia policiaca se ha vuelto parte del paisaje urbano en la Nueva Atzacoalco. Doña Mary, vendedora ambulante en el tianguis de la colonia señala, “ya nos acostumbramos; los vecinos no se meten con los policías aunque ellos se metieron con nosotros”.

Desde el puesto donde vende cremas, shampúes y perfumes, doña Mary reparte volantes invitando a los vecinos a la misa para recordar a los fallecidos. “¿vas a ir? es para recordar a los muchachos” les dice a quienes le preguntan. No habla mucho de lo sucedido hace diez meses, pero menciona: “uno de los nuestros murió ahí”.

Y es que en la colonia toda la gente tiene una historia cercana a la tragedia; como la señora María, la vendedora de jugos, quien recuerda que siempre platicaba con la joven que hacía la limpieza en el lugar y que murió esa tarde: “no recuerdo su nombre, pero siempre la veía pasar; dejó dos hijas que ahora cuida su hermana”; o como Jonathan, que desde su puesto de ropa afirma que ese día “yo iba a ir al News Divine, pero a la mera hora no tuve dinero y me fui a otro lado”.

Diez meses de distancia. La misa que celebra mes con mes es sólo un recordatorio de que los familiares de quienes murieron -jóvenes y policías- siguen ahí, esperando, plasmando sus demandas, sentimientos y recuerdos en la puerta del News Divine, la más grande, la que nunca se abrió ese día.

Bienvenido/Welcome Mr. Obama

Juan Fernando Rodríguez Ángeles

Tres mil quinientos elementos de la policía capitalina, mil uniformados de la policía federal, un número indeterminado de militares, agentes del Estado Mayor Presidencial y del Servicio Secreto estadounidense, conformaron sólo una pequeña parte de las medidas de seguridad que rodearon la visita del presidente Barack Obama en su primera visita a México.

Desde el aeropuerto se ponía en marcha el operativo de seguridad que siempre se genera en cualquier visita del presidente. El diario El País comparaba el operativo con el desplegado en su reciente visita a Irak; el periódico Milenio señalaba que el mismo dispositivo se desplegaba en una visita normal a Ohio, Oregon o cualquier otro punto de la geografía norteamericana.

No podían despegar ni aterrizar aviones del Aeropuerto Benito Juárez, los alrededores de Campo Marte cerrados, Polanco –en donde se ubica el Hotel Presidente Intercontinental en el que durmió Obama- sitiado, el Museo de Antropología e Historia convertido en un bunker, el 0.1% de la superficie capitalina convertida en la zona más segura del mundo por la visita de un solo hombre.

A las 13:25 horas el avión presidencial Air Force One, con todo y su quirófano a bordo, su sistema antimisiles y su centro de mando militar, aterrizó en el Hangar Presidencial. Barack Obama, el presidente norteamericano número 44, el primero de raza negra del país vecino, sin Michelle, bajó corriendo la escalinata del avión más seguro del mundo. Abajo lo esperaban la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinoza, y el Embajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhan.

El encuentro con Felipe Calderón se produciría hasta la residencia oficial de Los Pinos –desde los tiempos de Miguel de la Madrid el Presidente de la República no recibe a los mandatarios extranjeros en el aeropuerto- .

Un helicóptero despegó del aeropuerto capitalino, el Marine One, parte del equipo de transporte seguro del mandatario estadounidense; cinco fueron los aparatos que aterrizaron en Campo Marte cinco minutos después. Y del helicóptero, a “La Bestia”. La limusina de Barack Obama, que en días previos había despertado similar expectativa que la visita del mismo mandatario, por fin entraba en acción.

“Veinte centímetros de blindaje en las portezuelas, chasis de acero de doce centímetros para soportar estallidos, tanque de gasolina blindado con químicos especiales para evitar explosiones, un chofer entrenado para responder a las más difíciles condiciones de manejo” señalaba el diario El Universal dos días antes. Es La Bestia, símbolo del poder intocable e invencible de Mister Obama.

Recepción oficial en la explanada Francisco I. Madero de Los Pinos, lugar simbólico –hace casi un siglo el presidente Madero fue asesinado tras un complot apoyado por el gobierno estadounidense-. Felipe Calderón y Margarita Zavala lo recibían, sonreían. Ya desde ahí el carisma de Obama entró en acción; se ganó a todos quienes lo veían, “parecía una estrella de basquetbol vestido con un traje Hart Schaffner de mil 500 dólares” señaló Fidel Samaniego, cronista de El Universal.

La agenda del hombre más poderoso del mundo en México no podía esperar. Migración, economía, seguridad fronteriza, narcotráfico. Más allá de lo dicho en los tres discursos oficiales programados para el día, el momento clave de la visita sería el encuentro privado con Felipe Calderón. Una hora y media de charla a puerta cerrada; lo que se discutió sólo ellos lo saben.

Después del acto protocolario, el encuentro con los medios. Las 4:00 de la tarde y Felipe Calderón daba nuevamente la bienvenida a Mr. Obama, frente a un público conformado por periodistas: de lo dicho aquí, la actitud de uno y otro, dependerían los encabezados del día siguiente, de simpatía o rechazo.

Discursos contrapuestos. Exigente e intenso uno –el del presidente Calderón-; tranquilo, amigable, y con una recurrente aceptación de los señalamientos de su anfitrión, el de Barack Obama. El tema recurrente: el narcotráfico. La referencia a los 10 mil puntos de venta de armas en la frontera México-Estados Unidos, al 95% de las armas con origen norteamericano utilizadas por el crimen organizado en el país y la demanda de mano dura en lo referente al tráfico de éstas, fueron puntos aceptados por Obama: eran datos conocidos, nada de sorpresas–tres días antes el FBI había dado a conocer el estudio que incluía las cifras-.

Pocas preguntas por parte de los periodistas –el tiempo no daba para más- y de ahí, al bunker del Hotel Presidente, en donde los miembros de su comitiva, entre la que se incluía el vocero de la Casa Blanca, Robert Gibbs, lo esperaban instalados en tres pisos completos del lujoso hotel.

Afinar detalles, revisar el menú, la indumentaria, el retén de seguridad. Restaba un evento público del presidente estadounidense en nuestro país: la cena en el Museo de Antropología. Más de cien invitados, algunos “desinvitados” apenas un día antes. Los que supuestamente no asistirían en un acto de apoyo a aquellos borrados de la lista llegaban a primera hora. Personajes variados. De García Márquez a Elba Esther Gordillo. De Carlos Slim a Carlos Marín.

Los invitados seguían degustando la cena: camarones en salsa pico de gallo, filete en salsa molcajeteada, barquita de hoja de maíz con nopales asados, calabacitas rellenas de flor de calabaza y de postre barrilito de higo con salsa de zapote y garabato de chocolate, cuando Barack Obama se paraba frente al micrófono.

Discurso plagado de buenas intenciones, la promesa de comenzar una relación distinta con México, de ir de la mano en la lucha contra la inseguridad. La última oportunidad, el último momento en el que se podían haber incluido puntos de la “extensa” agenda de Obama como el Tratado de Libre Comercio, la Iniciativa Mérida, migración o la ecología, había pasado.

Menos de 12 horas después, a las nueve en punto de la mañana, el Air Force One partía del aeropuerto de la ciudad de México tal y como llegó, con el dispositivo de seguridad y las miradas sorprendidas de los capitalinos. Su destino, Trinidad y Tobago. La Cumbre de las Américas. El bautizo diplomático de Obama en su propio continente. Su oportunidad para mostrar su capacidad de estadista frente a sus más duros críticos. Atrás quedaba México. ¿El saldo? Una “nueva relación” con nuestro país construida en menos de 24 horas.


miércoles, 25 de marzo de 2009


A QUINCE AÑOS DE LOMAS TAURINAS

Juan Fernando Rodríguez Ángeles

“No se hagan bolas, el candidato es Colosio”, dijo Carlos Salinas de Gortari cuando todos señalaban al recién nombrado comisionado para la paz en Chiapas, Manuel Camacho Solís, como el candidato suplente a la presidencia por el PRI en lugar de Luis Donaldo Colosio Murrieta; era 1994, pocas semanas después, el cráneo de Colosio era atravesado por una bala calibre 38 en Lomas Taurinas, Tijuana. A quince años del asesinato, México se sigue haciendo bolas. ¿Quién fue? ¿De quién salió la bala y de quién la orden? Las respuestas se deslizan entre las aguas del “sospechosísimo” y del ideario del complot político.

Eran las cinco de la tarde del 23 de marzo de 1994. Colosio no había caminado más de veinte metros desde el templete improvisado en el terreno a pocos metros de la frontera con Estados Unidos. Se abría paso entre la gente. Saludaba. Cruzaba algunas palabras con un hombre de lentes oscuros. Detenía el paso cada vez que el sujeto que caminaba frente a él se agachaba. Miraba hacia su perfil izquierdo. Sentía el frio metal del revolver apoyado contra su sien. Recibía la primera bala, la que lo mataría, justo entre el “oye José, oye José” de “La culebra” canción que servía de fondo al magnicidio; la segunda herida, que no puede apreciarse en las fotos que lo muestran agonizando en el suelo, la recibiría después, en su costado izquierdo, en algún momento de los ocho minutos que tardó en ser trasladado a un hospital.

Mientras Colosio moría, un joven de 23 años, cuya mano se abrió paso entre las cabezas de la multitud hasta topar con la cabeza del priista antes de jalar el gatillo, Mario Aburto Martínez, era detenido, golpeado, protegido por el encargado de la seguridad del candidato, el General Domiro García para que no fuera linchado por la multitud. El joven de cabello largo hirsuto, de bigote y barba mal crecidos, cara ancha, sangra por un golpe en la cabeza mientras grita “ha sido el ruco, ha sido el ruco”.

Los minutos, las horas y los días siguientes se consumen entre la confusión. Un segundo hombre es detenido, el llamado “gemelo de Mario Aburto”, Jorge Antonio Sánchez Ortega, con manchas de sangre de Colosio en la chamarra; las pruebas periciales determinan que acaba de disparar un arma, es agente del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN).

Horas después Sánchez Ortega es liberado y en el imaginario colectivo nace la idea de que él fue el hombre golpeado segundos después del disparo, “el primer Mario Aburto”; al día siguiente, en su presentación en los medios, el hombre detenido no luce como antes: es lampiño, cabello corto, rostro duro.

¿Dos Marios? ¿Quién disparó? ¿Asesino solitario? ¿A quién interrogó ilegalmente el entonces gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones?

Tres sujetos más son detenidos: Tranquilino Aguilar, el hombre que en el video famoso parece abrirle paso a la mano sin rostro que dispara sobre Colosio; Rodolfo Mayoral, que entretenía al escolta personal y “el ruco” a quien Aburto acusaba; su hijo Vicente; José Rodolfo Rivapalacio, dirigente local del PRI y encargado de reclutar al servicio de seguridad del mitin; y Graciela González, pareja de Mario Aburto.

¿Quién? ¿Por qué? Las preguntas surgían obligadas entre todos los que esa noche vimos a Jacobo Zabludovsky anunciando en su noticiario la muerte del candidato, “un hombre bueno, entregado al servicio público, con vocación de servir…”

Pocas semanas antes, el 6 de marzo, durante la celebración por el Aniversario del PRI en el Monumento a la Revolución, Colosio pronunciaba el discurso que para muchos significó el motivo de Lomas Taurinas, la gota derramada del vaso, la firma de su sentencia de muerte.

Colosio, el candidato del “dedazo”, quien garantizaría la continuidad del proyecto Salinista dejándole a éste el control total sobre un presidente débil, manipulable, rompía el molde ese día y se lanzaba contra todo aquello que el PRI representaba. “Aquí está el PRI que reconoce los logros, pero también el que sabe de las insuficiencias, el que sabe de los problemas pendientes.”

Anunciaba la ruptura del gobierno con el partido, el fin del presidencialismo “Cuando el gobierno ha pretendido concentrar la iniciativa política ha debilitado al PRI. Por eso hoy, ante la contienda política, ante la contienda electoral, el PRI, del gobierno, sólo demanda imparcialidad y firmeza en la aplicación de la ley. ¡No queremos ni concesiones al margen de los votos ni votos al margen de la ley!”.

Carlos Salinas diría después en entrevista con Joaquín López Dóriga que Colosio le había hecho llegar su discurso un día antes y justificó: “atrás de ese discurso también estaba todo el quehacer de Donaldo a lo largo de su vida en la administración pública y en las tareas del partido.”

Atrás de ese discurso estaba también un distanciamiento entre el candidato y el presidente. El descontento por el nombramiento de Camacho Solís, con quien compitió por la candidatura; el olvido mediático que generó entre la sociedad la idea de que Camacho era el candidato suplente; el conflicto con el principal asesor de Salinas, Joseph Marie Córdoba Montoya, quien apoyó la precandidatura de Ernesto Zedillo, el autor intelectual del crimen, forjado en la mente de la sociedad mexicana; en este clima Colosio denunció el 6 de marzo, “El gobierno no nos dará el triunfo: el triunfo vendrá de nuestro trabajo, de nuestro esfuerzo, de nuestra dedicación.”

Diez años después del crimen, el padre del Colosio, Luis Colosio, denunciaba que el asesinato de su hijo se había dado en “un clima profundo de deterioro de sus relaciones con Salinas”. En la misma fecha, el ex presidente señala “quien más resultó lastimada fue sin duda su familia, pero también la muerte de Donaldo fue un golpe muy fuerte en contra mía y sin duda en contra de mi gobierno.”

Con su muerte, Colosio se convirtió en el adalid de la democracia. Su discurso del 6 de marzo lo elevó a un lugar que nunca detentó en vida. La gente que vio morir a Colosio una y mil veces en los noticiarios de televisión observaba también como se perdía lo que consideraban una esperanza de cambio en México. La frase “a Colosio lo mataron porque sí iba a gobernar bien” se convirtió en lugar común, referencia obligada cuando de hablar de política se trataba.

El PRI se apresuró en los homenajes. Apenas tres meses después del homicidio, se erigió un busto en Lomas Taurinas, mientras todas las oficinas del partido en el país eran bautizadas con el nombre “Luis Donaldo Colosio Murrieta”. Hoy, a quince años de distancia, el nombre de Colosio es herramienta discursiva, recurso para el aplauso fácil, forma sin fondo, los mismo colosistas de ayer hoy ni siquiera acuden a los nimios homenajes que se le realizan.

La historia le ha dado un lugar a Colosio, el del presidente que no pudo ser, el del hombre que cambiaría el futuro político del país ¿será? Mientras los homenajes al candidato decaen, mientras Mario Aburto cumple una condena de 45 años en prisión, Carlos Salinas de Gortari, el presidente señalado, sobre quien se posan las miradas cuando se recuerda al malogrado candidato, señala “yo me miro todas las mañanas y me digo: ¡Cómo nos hace falta Donaldo! ¡Cómo le hizo falta Donaldo al país para consolidar la reforma! ¡Cómo hace falta mi amigo cerca!”. Con esos amigos…