jueves, 21 de febrero de 2008


ELOGIO (INNECESARIO) DE LOS LIBROS, Y CRÍTICA (NECESARIA) DE LA LECTURA

Juan Fernando Rodríguez Ángeles

“el que lee mucho y anda mucho,
ve mucho y sabe mucho”

Miguel de Cervantes Saavedra



Como toda actividad humana, la lectura requiere de un actor que la lleve a cabo. Alguien que la haga propia y la utilice, en la medida de lo cuál determinará su existencia. El lector le da vida a la lectura. Para Amoz Oz, escritor israelí, el lector ideal, aquel que se adueñará plenamente de la acción lectora, es “el hombre que en una playa nudista lee despreocupado y feliz la revista PLAYBOY”. Morbo aparte, la analogía ilustra perfectamente lo que debe ser el proceso de la lectura.

El hombre que pueda entregarse de manera total a esta actividad, sin temor a ser escudriñado y etiquetado por la masa no lectora; que es capaz de anteponer el placer personal (intelectual en este caso, pero también físico) a las normas y prejuicios morales; que no discrimina entre momentos y lugares, ya que para él todos son los adecuados, ese es el lector ideal.

Sin embargo, la simple indiferencia ante el murmullo y la crítica social no pueden consolidar a un buen lector. En todo caso el señor que lee el libro vaquero repleto de desnudos en el metro, tendría que ser considerado como tal. Por el contrario, el término implica un contexto más amplio. No es sólo la revista de PLAYBOY o la playa nudista, es aquello que motiva al hombre a leerla en determinado momento y lugar. Esto requiere un análisis más profundo para ser comprendido.

Amoz Oz describe el perfil del lector desde su contexto, en un país con un promedio de 40 libros leídos al año por habitante. ¿Funcionará el mismo modelo para el lector mexicano que lee alrededor de dos libros al año? En Israel tienen no solo la playa y la revista pornográfica, tienen al lector desinhibido y despreocupado. Por el contrario, en México hay mucha playa, pero hay pocas revistas y aún menos lectores.

Para Carlos Monsiváis, la carencia de estos dos elementos se ubica en el contexto mismo del hombre, desde los grupos sociales a los que pertenece a lo largo de su vida, hasta el poder estatal bajo el que vive. A manera la paradoja del huevo y la gallina, estos dos elementos se presentan como principio y fin de un círculo vicioso que día a día produce más analfabetos funcionales y disminuye la creación literaria y a su público.

El ser humano desarrolla inicialmente el hábito y placer de la lectura de acuerdo a la influencia de la familia, el primer grupo de pertenencia. Es en este punto en donde se presenta el primer obstáculo en la formación de nuestro lector ideal. El menosprecio de la lectura y las prácticas culturales de la familia mexicana promedio, que sitúa la televisión sobre los libros, crean una aversión a la lectura que posteriormente será reforzada por la escuela y el círculo de amigos.

En este contexto, el peor escenario es el de la satanización del libro, su devaluación intencional. La etiqueta de “difícil” o “aburrido” que se le da a las publicaciones las condena al ostracismo. De esta manera, surge la idea de que el libro es una herramienta de consulta forzada, obligación escolar que debe ser realizada con la mayor premura, cual si de una tarea indeseable se tratase. Así, disminuye demográficamente el promedio de lectores.

A este respecto, una ecuación razonable determinaría que: entre menos lectores, más libros. Paradójicamente, esto no es así. El segundo elemento, el poder estatal, no tiene ni la voluntad ni la capacidad de revertir el proceso de decadencia de la lectura. Lo sorprendente es que en un mundo globalizado, en el que día a día surgen nuevas promesas de la literatura; que nos da la posibilidad de estar instantáneamente interconectados, y en el que gracias a las nuevas tecnologías se podría hacer asequible la publicación de más libros, lo último que se ha logrado es fomentar el hábito de lector.

Es esta una tarea poco más que imposible. La clase política mexicana, sin ánimo de generalizar, se caracteriza por un analfabetismo funcional que los vuelve cortos de miras. La figura del estadista del siglo XX: líder nato, culto e ilustrado, ha desaparecido para dar paso a una generación de gobernantes llenos de carisma y vacíos de conocimientos. Nos gobierna gente que no se informa, que no lee porque así son más felices (Vicente Fox dixit). ¿Cómo entonces, se espera que de parte del gobierno se lleven a cabo medidas de difusión de la lectura?

Dicho lo anterior, la solución no se encuentra en las masas, y menos aún en el gobierno. Somos los lectores, minoría fantástica, quienes tenemos la obligación de proteger, y en la medida de lo posible fomentar, el hábito de la lectura. Es nuestro deber enseñar a los demás que se puede ser el hombre de la playa nudista y ser felices siéndolo. Una vez logrado esto, los libros llegarán pronto, catapultados por un auge de lectores. Así, haríamos partícipes del sueño de Borges a una gran mayoría, el escritor alguna vez dijo: “Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca”.

miércoles, 20 de febrero de 2008

No me gusta publicar cosas que no son mias, pero este artículo de Rafael Perez Gay publicado en EL UNIVERSAL el miércoles 20 de febrero me parece adecuado para la clase de Planeación Editorial, chequenlo:
Un escritor millonario
Rafael Perez Gay
Cuentan las notas de la prensa cultural inglesa que un día Ken Follet se preguntaba qué querían los lectores. Follet estaba con su amigo Hannif Kureishi, el escritor inglés de origen paquistaní, quien le respondió en un envión que cuando él escribía no se preocupaba por los lectores. Entonces Follet le dijo: “Por eso tú eres un gran escritor y yo un escritor millonario”. En ambos casos tenía razón: Kureishi ha escrito una obra notable de la que pueden destacarse libros como Intimidad, Soñar y contar, Mi oído en su corazón, y Ken Follet ha amasado una considerable fortuna producida por la venta de los 90 millones de ejemplares de sus novelas El ojo de la aguja, La isla de las tormentas, Noche sobre las aguas. En 1989, Los pilares de la tierra colapsó las librerías y le añadió varios ceros a las cuentas de míster Follet. Solamente en España, la novela ha vendido 5 millones de ejemplares y desplaza aún más de 100 mil volúmenes al año.
Follet había escrito hasta entonces novelas policiacas de gran éxito, pero un día decidió cambiar de género y de tema: “Nada ocurre como se planea. La novela Los pilares de la tierra sorprendió a mucha gente, incluso a mí mismo. Se me conocía como autor de thrillers. En el mundo editorial, cuando uno alcanza el éxito con un libro, lo inteligente es escribir algo en la misma línea una vez al año por el resto de tu vida. Los payasos no deberían tratar de interpretar el papel de Hamlet y las estrellas pop no deberían componer una sinfonía. Y yo no debería haber puesto en riesgo mi reputación escribiendo un libro impropio de mí y en exceso ambicioso”. Míster Follet está convencido de sus poderes seductores, no lo hace nada mal y logró hacerse muy rico con esa sinfonía de la Edad Media. Por desgracia no podré enterarme de si el payaso ha actuado a un gran Hamlet.
De momento, no tengo planeado leer las mil 500 páginas de Los pilares de la tierra, una novela ubicada en Kingsbridge, un pueblo inglés imaginario, durante la construcción de una catedral entre los años 1135 y 1174. Tampoco leeré la secuela contenida en Un mundo sin fin, mil hojas ambientadas en el mismo pueblo inglés dos siglos después de la construcción del gran templo gótico. Una catedral, un priorato, una historia de amor y el telón de fondo de la peste negra que devastó Europa han vendido más de un millón de ejemplares en cinco meses. Tengo el paladar escaldado, soy prejuicioso y ni loco voy a ponerme a leer las 2 mil 600 páginas de ambas novelas, me es materialmente imposible. En la historia de la literatura siempre ha habido best sellers, tramas que cautivan al gran público, pero ante un fenómeno como Ken Follet (o Rowling y su Harry Potter) en una época en que la cultura de la imagen derrota a la letra impresa, uno debe preguntarse si ha cambiado algo sustancial en el mercado de los libros.
Fernando Escalante Gonzalbo es el autor de un ensayo magnífico que intenta responder a esa pregunta: A la sombra de los libros. Lectura, mercado y vida pública (Colegio de México, 2007). Escalante afirma que “en los últimos 20 o 30 años se ha producido en todo el mundo una concentración extraordinaria de la industria editorial: la mayor parte del mercado global pertenece a ocho o 10 empresas, integradas en grupos que tienen también periódicos, revistas, productoras de cine, discográficas, cadenas de radio y televisión. El negocio de los libros se ha vuelto un gran negocio, incorporado a la industria del espectáculo. Y eso tiene consecuencias sobre el tipo de libros que se publican y sobre el modo en que se venden, sobre las librerías y las prácticas de lectura”.
Hay en este asunto una buena noticia y una mala. Primero la buena: la venta de 90 millones de ejemplares le trae vientos optimistas a la industria del libro en el mundo; la mala: cada vez le será más difícil al público diferenciar entre la buena y la mala literatura pues se han impuesto las letras masivas, los tirajes industriales y los escritores que se vuelven millonarios de la noche a la mañana con la historia de una catedral gótica.

Escritor

lunes, 18 de febrero de 2008


Terrorismo, la nueva amenaza a la sociedad mexicana


Juan Fernando Rodríguez Ángeles


Es momento de tener miedo. Temor por lo que pueda pasar, pero sobre todo, de tener precaución. Es el escenario al que nos ha llevado una guerra sin control, una lucha contra el narcotráfico que ha expuesto sin sentido a la población civil y que desde el inico parecía darle la ventaja a los narcotráficantes. Digo parecía porque a los ojos de muchos, yo incluido, las detenciones, decomisos de droga y arsenal efectuados por los gobiernos federal y locales no daban visos de mermar el poderío de las organizaciones criminales. Pero por lo visto sí lo han hecho, han molestado mucho a los jefes de los cárteles, tanto que su respuesta fue brutal.

A las 2:30 de la tarde del viernes 15 de febrero, en la Avenida Chapuyltepec de la Ciudad de México, a escasos 150 metros de las oficinas de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP-DF), pero todavía más cerca de la entrada del metro en la estación Insurgentes, un aparato explosivo detonó en las manos de quien cumpliría la labor de verdugo. Presunto integrante del cártel de Sinaloa, el individuo murió en el acto.

La bomba que explotó antes de llegar a su destino no solo dañó las casas, edificios y automóviles en la zona cero, también hizo añicos nuestra de por sí escasa sensación de seguridad. Y es que a la caótica, peligrosa e insegura situación en que vivimos todos los mexicanos, se habrá de sumar un elemento más de preocupación: el terrorismo. En este punto, el símil con la Colombia de los años noventa es obligado. Porque amen del destino que tenía la bomba, los muertos de aquí hubieran sido los mismos de allá: miembros de la sociedad civil, policías, gente inocente. Hubieran sido, porque afortunadamente la mala pericia del criminal hizo detonar el aparato antes de tiempo, muy desafortunadamente para los transeúntes que caminaban por el lugar y que resultaron heridos.

Por esta vez el terrorismo del narco no cumplió su cometido asesino, pero sí ha logrado infundir miedo en la sociedad. Ha puesto al gobierno federal y local frente a las cuerdas ante un ataque que no previeron. Ahora cabe preguntarse su las autoridades están listas para continuar la guerra contra el narcotráfico, poniendo mayor atención en el peligro constantes al que se expone a la sociedad civil. Por nuestra parte, debemos analizar si los mexicanos estamos preparados para vivir de cara al terrorismo.


domingo, 17 de febrero de 2008

el mito de Erisicton

Hola. Antes de empezar a publicar sobre lo que nos interesa, quisiera explicar el por qué del nombre que le he dado a este blog "Erisicton". Obedece esto a razones personales, me explico: dentro de las lecturas que se me requieren en la carrera, tuve que leer una llamada "El mito de Erisicton", que por las carácterísticas del personaje y de la historia me pareció adecuada para ser comparada con la ambición humana por conocer más. Para explicarme mejor, a continuación presento a manera de síntesis "El mito de Erisicton".

En el bosque de Démeter (Ceres), guirnaldas y bandas adornaban la vieja encina. A la sombra de su ramaje, oraban peregrinos venidos de lejos. Pero no osaban tocar una sola hoja del viejo árbol, por el que sentían un profundo respeto.El rico Erisicton era tesalio, hijo de Tríopas y nieto de Forbante (hijo de Argos, que a su vez lo era de Níobe, amada por Zeus).No conocía la piedad y decidió derribar el coloso vegetal. Reúne para ello las herramientas y se encamina al bosque consagrado a la Diosa de las Cosechas.Hasta el viento, espantado, dejó de soplar cuando el afilada hacha se alzó en el aire. Al primer golpe, la ninfa Hamadríade que vive en el árbol se lamenta mientras Erisicton en persona, al vacilar sus hombres, descarga hachazo tras hachazo sobre la encina. La ninfa le advierte que, si se obstina en llevar a cabo su acción, sufrirá un terrible castigo.Pero Erisicton no ceja y, después de cortarle la cabeza a uno de sus hombres que intentaba detenerle, acaba derribando la añosa y gigantesca encina cuya muerte va acompañada de la de la ninfa.Semejante crimen no podía quedar sin castigo y Démeter, cuya atribución era propiciar la abundancia de alimentos a los hombres, decide condenarlo a morir de hambre. Pero por ser justamente la Diosa de las Cosechas no tenía ese poder, así que envía a una ninfa a entrevistarse con el Hambre, que vive en los confines de la Escitia: un lugar helado, de tierra estéril sin cosecha y sin árbol.Hasta allí se encaminó la ninfa. De lejos avistó a la Diosa horrenda y pálida, un montón de huesos que se agolpaban bajo la piel macilenta. Temerosa de acercarse le trasmite desde algunos pasos el mensaje de Démeter.Esa noche, Erisicton dormía profundamente. El rostro seco y lívido del Hambre se acerca sin hacer ruido y se aproxima al lecho. Silenciosamente se inclina sobre el malhechor y lo rodea con sus magros brazos. Después, la boca ávida y terrible besó sus labios. Entonces una parte de sí misma descendió por la garganta y fue a alojarse en su estómago. El castigo se había cumplido.Erisicton se despierta de repente, atormentado por un voraz apetito. Se levanta, engulle lo que encuentra. Pero las ávidas entrañas jamás se satisfacen. Sale por las calles, acosado por el hambre. Va golpeando alucinado las puertas de los comerciantes, dejando su dinero a cambio de alimentos.Pocos días le bastaron para consumir toda su fortuna. Cuando no tuvo ni una moneda más, vendió sus bienes. Las joyas, las túnicas, los vasos, las estatuas, los muebles, la casa, los jardines. Todo lo gastó al momento.Nada más tenía, sólo le quedaba una hija, Mnestra (o Hipermnestra).Vaciló,mirándola con tristeza, pero el Hambre fue más fuerte que el amor y terminó vendiéndola como esclava.Pero Mnestra había sido amada por Posidón, y al verse en poder de un dueño, le pide al dios que la libere de la esclavitud, a lo que accede Posidón convirtiéndola en hombre y dándole además la capacidad de transformarse múltiplemente (como las divinidades acuáticas),capacidad que ella utiliza para escapar convirtiéndose ya en yegua, ya en ave, ora en vaca, ora en ciervo.Volvió junto a su padre y se encontró frente a un pavoroso espectáculo: Erisicton caminaba encorvado, el rostro escuálido y enloquecido, juntando basura y llevándose a la boca las inmundicias.Mnestra, apiadada ante el sufrimiento de su padre, invade graneros y manzanares, se deja vender múltiples veces (y escapa siempre utilizando el don concedido por Posidón), arriesga su vida para dar de comer a un padre insaciable.Finalmente la ciudad no tiene que ofrecerles y les cierra sus puertas. En las calles ya no quedaba basura ni siquiera hojas secas.Expulsado por todos, solitario, enflaquecido, Erisicton llega a la solución definitiva. Con los dientes, se puso a despedazar sus propios miembros. Y terminó así, devorándose a sí mismo el rico Erisicton.

Quiero hacer la analogía entre la necesidad de Erisicton por devorar todo cuanto encontrara con la búsqueda del ser humano de conocer todo cuanto conoce, no así pretendo igualar las causas del sufrimiento de Erisicton a las que dan vida a la eterna duda humana. Espero que se entienda la analogía y que como Erisicton, todos tengamos ansias por "devorar" todo el conocimiento que esté a nuestro alcance.